Vivir el Autismo

“Cuando entiendes a tu hijo, el autismo deja de ser un problema. Solo necesitas que alguien te muestre otra manera de mirar.”

Por qué nunca debemos gritar a un niño autista: un enfoque desde la empatía

Imagínate viviendo en un mundo que muchas veces se siente abrumador, donde los ruidos son ensordecedores, las luces demasiado brillantes y las emociones difíciles de expresar o entender. Ahora, imagina que en medio de esa confusión alguien te grita, aumentando tu estrés y haciéndote sentir aún más perdido. Así es como un niño autista puede experimentar un grito: no como una corrección, sino como una tormenta emocional que no sabe cómo manejar.

Hoy quiero invitarte a reflexionar, desde la empatía, sobre por qué gritar a un niño autista no solo es innecesario, sino profundamente dañino, y cómo podemos encontrar formas más amables y efectivas de comunicarnos con ellos.

1. El impacto emocional es mayor

Un grito no solo es una palabra dicha en voz alta, sino un mensaje cargado de emoción. Para un niño autista, que a menudo tiene una sensibilidad emocional mayor o distinta, un grito puede sentirse como un ataque directo. En lugar de captar el mensaje, el niño puede experimentar miedo, desconcierto o incluso culpa, emociones que no les ayudan a aprender, sino a cerrarse emocionalmente.

2. Su cerebro procesa el estrés de forma diferente

Los niños autistas suelen tener sistemas nerviosos que responden al estrés de manera más intensa. Un grito puede activar su “modo de supervivencia”, llevándolos a bloquearse, tener una crisis o reaccionar de forma defensiva. En ese estado, no están aprendiendo ni comprendiendo; solo están intentando protegerse de algo que perciben como una amenaza.

3. No están siendo desobedientes, están luchando

Lo que a veces interpretamos como “mala conducta” en un niño autista suele ser una forma de expresar que algo no está bien. Quizá están sobrecargados, frustrados porque no pueden comunicarse o inseguros en una situación nueva. Gritar solo aumenta esa sensación de desconexión y les transmite el mensaje de que no entendemos por lo que están pasando.

4. Necesitan un modelo de calma, no de reacción

Los niños, especialmente los autistas, aprenden mucho observando cómo manejamos las emociones. Si gritamos cuando algo nos frustra, ellos también aprenderán a responder al estrés de forma explosiva. Por el contrario, si les mostramos calma, paciencia y empatía, les damos las herramientas para regularse emocionalmente y enfrentar las dificultades con más seguridad.

5. Rompe el vínculo de confianza

Para un niño autista, el mundo puede ser un lugar impredecible. Tú eres su refugio, su fuente de seguridad. Gritar puede hacer que sientan que incluso en ese espacio seguro hay algo que temer, erosionando el vínculo de confianza que tanto necesitan para desarrollarse.

6. La empatía abre caminos, los gritos cierran puertas

La empatía nos permite conectar con el niño desde un lugar de comprensión. En lugar de gritar, podemos preguntarnos:

¿Qué siente en este momento?

¿Cómo puedo ayudarle a sentirse más seguro o comprendido?

¿Qué necesita para manejar esta situación mejor?

Estas preguntas no solo nos ayudan a reaccionar con más compasión, sino que también construyen una relación basada en el respeto y el entendimiento.

¿Qué hacer en lugar de gritar?

• Respira antes de reaccionar: Tu calma puede marcar la diferencia.

• Baja al nivel del niño: Haz contacto visual (si se siente cómodo) y usa un tono suave para hablarle.

• Valida sus emociones: Reconoce lo que siente, incluso si no comprendes completamente su reacción. Por ejemplo: “Sé que esto es difícil para ti, estoy aquí para ayudarte”.

• Ofrece soluciones visuales o concretas: Si está frustrado, usa imágenes o gestos para guiarlo hacia una solución.

• Dale tiempo para procesar: A veces, lo que necesitan no son palabras, sino tiempo para calmarse en un entorno tranquilo.

Reflexión final

Gritar a un niño autista no mejora la situación; al contrario, la empeora. Pero lo más importante es que como adultos, tenemos el poder de elegir cómo responder. Podemos ser la voz que calma, el abrazo que reconforta, la mirada que dice “te entiendo y estoy aquí para ti”.

Desde la empatía, podemos construir un entorno donde un niño autista se sienta seguro para crecer, explorar y ser quien es, sabiendo que no importa cuán difícil sea el momento, siempre tendrá a alguien que lo acompaña con paciencia y amor.

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Susana Ariza

Coach especializada en Neurodiversidad

“Vivir el Autismo”

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