Hay algo que muchos niños autistas no pueden explicar con palabras, pero que condiciona su día a día, su bienestar y muchas de sus crisis. Algo que, si lo entiendes, te cambia por completo la forma de acompañarle.
Ese algo se llama inercia cognitiva.
¿Qué es la inercia cognitiva?
Es la dificultad para iniciar una tarea, cambiar de una actividad a otra o detener lo que se está haciendo, incluso cuando se quiere hacer. No es pereza, no es desobediencia, no es “estar a su bola”. Es una forma diferente de funcionar que necesita más tiempo, más adaptación y menos presión.
En la mente autista, pasar de una cosa a otra puede ser como pedirle a un tren en marcha que gire de repente: necesita frenar, reorientarse y volver a coger velocidad. No es algo instantáneo.
Ejemplos cotidianos (reales)
1. “Vamos, que ya es hora”
Ana está viendo su serie favorita. Su madre le dice: “Apaga, que nos vamos”. Ana no responde. Mira al suelo, sigue viendo la pantalla. Le repiten la orden más fuerte. Se le llenan los ojos de lágrimas. Finalmente explota.
Lo que pasa: Ana no es que no quiera irse. Es que necesita tiempo para procesar lo que se le ha pedido, cerrar mentalmente la historia que está viendo, y prepararse para salir. Su cerebro no puede “cambiar de canal” tan rápido.
2. “Se queda bloqueado”
Pedro tiene que escribir una redacción en clase. Lleva 10 minutos con el lápiz en la mano, sin moverse. La profesora cree que no ha prestado atención, pero Pedro escuchó todo. Sabe lo que tiene que hacer, pero no puede empezar.
Lo que pasa: Pedro tiene inercia para iniciar la tarea. Su dificultad no está en la comprensión, sino en el arranque. Y eso genera ansiedad, que a su vez empeora el bloqueo.
3. “Se enfada si le interrumpen”
Lucas está dibujando. Le llaman a comer. Él grita, llora, tira el lápiz. No quiere dejar su dibujo.
Lo que pasa: Lucas está profundamente concentrado. Interrumpirle bruscamente lo desregula. No se trata de imponer el cambio, sino de acompañar su transición.
¿Cómo puedes ayudarle?
Aquí van estrategias concretas que pueden transformar tu día a día:
1. Anticipa los cambios
No le digas “¡vamos ya!” de golpe. Avísale con tiempo: “En cinco minutos vamos a recoger para cenar”. Usa relojes visuales, temporizadores o canciones que marquen el cambio.
2. Usa transiciones suaves
Ejemplo: “Cuando termines ese bloque, vamos al baño a hacer burbujas”. En lugar de cortar, conecta lo que hace con lo que viene. Así su cerebro no sufre un choque.
3. Valida su necesidad de tiempo
Si ves que le cuesta arrancar, no le grites “¡venga ya!”. Prueba con: “¿Quieres que lo empecemos juntos?” o simplemente siéntate a su lado. A veces solo necesita sentir que no está solo en ese arranque difícil.
4. Permite que termine mentalmente
No todos los cierres se ven. A veces tu hijo necesita terminar una idea, aunque ya haya dejado el lápiz. Si ves que se queda un momento mirando al vacío, respeta ese espacio.
Lo que necesitas recordar
Muchos niños autistas no controlan el ritmo de sus pensamientos o acciones como los demás. No pueden «apagar» lo que están haciendo con un clic. Ni encender el interés por algo nuevo a voluntad.
Presionarles solo empeora la situación. En cambio, acompañar sus tiempos, prepararles para el cambio, ofrecerles apoyo en el arranque o darles un cierre real… puede marcar la diferencia.
No es cuestión de “hacer que obedezca”. Es cuestión de entender cómo funciona su cerebro para que pueda sentirse capaz, seguro y respetado.
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