
El procesamiento sensorial es el proceso mediante el cual nuestro cerebro recibe, organiza y responde a la información sensorial que llega desde el mundo que nos rodea. Para las personas en el espectro autista, este proceso puede ser muy diferente al de las personas neurotípicas. Las personas autistas a menudo experimentan lo que se conoce como “sobrecarga sensorial”, una sensación de estar abrumados por los estímulos que otros consideran normales.
Esto se debe a que su cerebro puede tener dificultades para filtrar y organizar la información que reciben a través de los sentidos: vista, oído, tacto, gusto, olfato y la percepción del propio cuerpo (propiocepción). Esta dificultad puede dar lugar a reacciones intensas ante sonidos fuertes, luces brillantes, o incluso la sensación de ciertas texturas, entre otros. Por ejemplo, una simple reunión en un restaurante ruidoso puede ser una experiencia abrumadora para un niño autista, que no solo escucha la música y las conversaciones a su alrededor, sino que también es sensible a los ruidos de las sillas o el crujir de los cubiertos.
Sin embargo, no todas las personas autistas experimentan la sobrecarga sensorial de la misma manera. Algunos pueden ser hipersensibles a ciertos estímulos (como un sonido o una textura), mientras que otros pueden ser hiposensibles, lo que significa que necesitan estímulos más intensos para notarlos. Este rango de experiencias sensoriales tan diverso refleja la individualidad de cada persona dentro del espectro autista.
Estrategias para Apoyar la Integración Sensorial
La clave para apoyar a los niños autistas en relación con el procesamiento sensorial es entender sus necesidades específicas y crear un entorno que minimice las sobrecargas y maximice el bienestar. Aquí te comparto algunas estrategias:
1. Crear un entorno tranquilo: Reducir los estímulos sensoriales (como luces brillantes o ruidos fuertes) puede hacer que el entorno sea más cómodo.
2. Herramientas de regulación sensorial: Actividades como el uso de auriculares para bloquear ruidos o la manipulación de texturas pueden ayudar a los niños a regularse.
3. Adaptar las rutinas: Mantener una rutina predecible puede reducir la ansiedad que provoca la sobrecarga sensorial.
4. Fomentar actividades calmantes: La estimulación a través de movimientos rítmicos o actividades que involucren el agua (como jugar con burbujas o bañarse) pueden ayudar a calmar y centrar.
Es fundamental comprender que cada niño es único. Algunas estrategias pueden ser efectivas, pero otras no. Por eso es tan importante trabajar en conjunto con los profesionales y ajustarnos a las necesidades de nuestros hijos.
La importancia de la aceptación: En lugar de ver la sobrecarga sensorial como un “problema”, debemos aprender a aceptarlo como una característica natural del autismo, y buscar maneras de apoyar a nuestros hijos para que puedan navegar el mundo de manera más cómoda y feliz.
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Coach en Neurodiversidad
Madre de autista
Divulgadora de autismo
Bibliografía:
• El cerebro autista – Temple Grandin
• La mente autista – Simon Baron-Cohen
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