Vivir el Autismo

“Cuando entiendes a tu hijo, el autismo deja de ser un problema. Solo necesitas que alguien te muestre otra manera de mirar.”

Cuando la terapia le hace daño: cómo detectar si tu hijo está sufriendo en lugar de avanzar

Llevamos a nuestros hijos a terapia porque queremos ayudarles. Porque queremos verles crecer, comunicarse, sentirse seguros. Lo hacemos con la mejor intención. Pero cuando esa terapia empieza a traer más llanto que avances, más tensión que alivio, más retrocesos que bienestar… algo no está bien.

Y aunque nos cueste verlo, aunque dudemos de nuestro instinto, es importante detenernos y preguntar:
¿Esto le está ayudando de verdad, o le está haciendo daño?

Señales de que la terapia no está funcionando

No, no es normal que un niño:

  • Llore cada vez que se entera de que tiene sesión.
  • Salga más alterado que cuando entró.
  • Deje de dormir bien, de hablar o de hacer cosas que ya sabía.
  • Empiece a tener más crisis, más rabietas o más conductas desreguladas.
  • Rechace al terapeuta o se bloquee apenas entra al centro.

Nada de eso es “parte del proceso”. No es que “se tiene que acostumbrar”. Es que su sistema nervioso está pidiendo auxilio.

Ejemplo real

Una mamá me contó que su hijo lloraba cada vez que veía la mochila de la terapia. Al principio pensó que era resistencia, pero después empezó a ver más crisis, más tensión, más silencio.
Cuando dejó esa terapia y buscó un enfoque respetuoso, el cambio fue radical: su hijo empezó a confiar, a jugar, a participar sin miedo. No fue magia. Fue respeto.

¿Qué hace una buena terapia?

  • No obliga a mirar a los ojos. Entiende que no todos comunican igual.
  • No reprime el movimiento. Deja que el niño se aletee, se balancee, se regule.
  • No corrige el lenguaje gestáltico. Acompaña, interpreta y celebra la intención.
  • No castiga el cuerpo. Lo respeta, lo escucha y adapta el entorno si es necesario.
  • No te deja fuera. Te incluye, te escucha y te da herramientas para casa.
  • No separa a tu hijo de ti si no está preparado. Acompaña desde la seguridad.

¿Y si ya estoy en una terapia que no va bien?

  1. Observa. ¿Cómo está tu hijo antes, durante y después? ¿Y tú?
  2. Confía en lo que sientes. Si algo no te encaja, probablemente no estás equivocada.
  3. Habla. Y si no te escuchan, eso ya es una respuesta.
  4. Cambia. No estás fallando. Estás eligiendo bienestar.
  5. Acompáñate. No tienes que hacerlo sola.

Una intervención no puede doler más que lo que busca aliviar.

Una buena terapia no borra quién es tu hijo. Le ayuda a florecer, siendo él mismo.

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Si esto te pasa y no sabes qué más hacer, acompaño a madres en tu situación. Escríbeme y vemos si te puedo ayudar.

Susana Ariza Cantero
Coach en Neurodiversidad | Madre de un hijo autista | Fundadora de Vivir el Autismo | Divulgadora de autismo
Correo: susana@vivirelautismo.com

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