
Enfrentar la agresividad o las autolesiones en el autismo puede ser una experiencia angustiante y, a menudo, incomprendida. Estas conductas, lejos de ser “un mal comportamiento”, son formas de comunicación y autorregulación que reflejan una dificultad profunda para gestionar el entorno o las emociones.
Como madre de un adolescente autista y coach especializada en neurodiversidad, sé lo abrumador que puede ser. Pero también sé que con comprensión, paciencia y las estrategias adecuadas, es posible manejar estas situaciones y transformar el caos en conexión.
En este artículo, exploraremos las causas detrás de estas conductas y cómo abordarlas con respeto y eficacia.
¿Por qué ocurren la agresividad y las autolesiones?
Es importante entender que estas conductas no son un ataque personal ni un signo de maldad. Son respuestas ante un mundo que, muchas veces, resulta difícil de procesar. Algunos factores comunes que las desencadenan incluyen:
1. Sobrecarga sensorial
El cerebro de una persona autista procesa los estímulos sensoriales de forma diferente. Ruidos fuertes, luces brillantes, olores intensos o texturas incómodas pueden resultar abrumadores, llevando a una crisis.
2. Frustración por dificultades de comunicación
La incapacidad para expresar emociones, necesidades o incomodidades puede generar una acumulación de frustración. Cuando no se les entiende, las personas autistas pueden recurrir a conductas agresivas o autolesivas como una forma de “decir” lo que no pueden verbalizar.
3. Regulación emocional
El estrés, la ansiedad o la tristeza pueden manifestarse como autolesiones (golpes, rasguños, mordidas) o agresividad hacia otros si no hay estrategias efectivas de autorregulación emocional.
4. Dolor o malestar físico
Dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, alergias o incluso enfermedades no diagnosticadas pueden provocar estas conductas. Como no siempre pueden explicar el malestar, su forma de comunicarlo es a través de su comportamiento.
5. Cambios en la rutina o en el entorno
La falta de predictibilidad o un cambio inesperado en su día a día puede desencadenar ansiedad y, con ello, conductas agresivas o autolesivas.
Estrategias para gestionar la agresividad y las autolesiones
1. Analiza los desencadenantes
Llevar un registro de las situaciones en las que ocurren estas conductas puede darte pistas importantes.
• ¿Qué estaba pasando antes de la crisis?
• ¿Hubo algo en el ambiente que pudo haberlo abrumado?
• ¿Qué intentaba comunicar?
Este análisis te permitirá anticiparte a futuras situaciones y reducir las probabilidades de que ocurran.
2. Crea un entorno seguro
En momentos de crisis, lo más importante es proteger al niño y a quienes lo rodean.
• Retira objetos peligrosos.
• Crea un espacio tranquilo con pocos estímulos donde pueda calmarse.
• Si hay autolesiones, utiliza objetos como almohadas o protectores para minimizar el daño físico.
3. Trabaja en la comunicación alternativa
Si la frustración surge de no poder expresar necesidades, es fundamental ofrecer herramientas que faciliten la comunicación:
• Sistemas de pictogramas o tableros visuales.
• Lenguaje de señas.
• Dispositivos electrónicos con programas de comunicación aumentativa.
Un terapeuta especializado en comunicación puede ser de gran ayuda en este proceso.
4. Enseña habilidades de autorregulación emocional
Ayudar a tu hijo a identificar y manejar sus emociones es clave para prevenir conductas agresivas o autolesivas. Algunas estrategias incluyen:
• Uso de tarjetas o colores para identificar emociones.
• Técnicas de respiración profunda o ejercicios sensoriales.
• Introducir pausas regulares durante el día para descansar y regularse.
5. Ofrece alternativas seguras a las autolesiones
Si las autolesiones son un mecanismo de regulación, busca formas de sustituirlas con opciones menos dañinas:
• Juguetes sensoriales o antiestrés.
• Ejercicios de presión profunda (como abrazos comprimidos o mantas pesadas).
• Actividades físicas que le permitan liberar energía acumulada, como saltar en una cama elástica o correr.
6. Mantente la calma y valida sus emociones
Tu reacción durante una crisis influye directamente en cómo evoluciona. Habla en un tono calmado, evita los gritos o reprimendas, y valida lo que está sintiendo:
• “Veo que estás muy enfadado. Estoy aquí para ayudarte.”
• “Sé que esto es difícil. Vamos a intentar solucionarlo juntos.”
Recuerda que tú eres su modelo para aprender a manejar las emociones.
7. Busca apoyo profesional
Si las conductas agresivas o autolesivas son frecuentes o intensas, no dudes en buscar la ayuda de especialistas como:
• Terapeutas ocupacionales para trabajar con la integración sensorial.
• Psicólogos conductuales especializados en autismo.
• Médicos para descartar problemas de salud subyacentes.
La importancia de la prevención
Gestionar una crisis es importante, pero prevenirlas es aún más efectivo. Algunas estrategias clave incluyen:
• Establecer rutinas predecibles: Las personas autistas encuentran seguridad en la estructura. Anticipa cualquier cambio con suficiente tiempo.
• Reducir estímulos sensoriales: Usa auriculares con cancelación de ruido, gafas de sol o ropa cómoda según sus necesidades.
• Trabajar en sus intereses especiales: Estos pueden ser una excelente herramienta para reducir la ansiedad y fomentar la calma.
Replantea la visión sobre estas conductas
La agresividad y las autolesiones no son un “problema que hay que eliminar”, sino un llamado a entender mejor las necesidades de tu hijo. Al abordarlas con empatía y herramientas adecuadas, no solo ayudarás a reducir estas conductas, sino que fortalecerás el vínculo con él.
Recuerda: no estás sola en este camino. Si necesitas orientación personalizada, en Vivir el Autismo puedo acompañarte a construir estrategias efectivas y respetuosas que transformen tu día a día.
¿Qué estrategias te han funcionado a ti? Comparte tus experiencias en los comentarios, y sigamos aprendiendo juntos.
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Susana Ariza
Coach especializada en Neurodiversidad
“Vivir el Autismo”
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