Todas las familias navegan. Cada una en su propio mar.
Algunas lo hacen en aguas tranquilas, con brisa suave y horizonte despejado.
Otras, como muchas de nosotras, vamos en medio de una tormenta constante.
Olas altas. Cambios bruscos. Viento que no avisa. Y un cansancio que no se ve desde fuera.
Y aun así… pretenden que avancemos al mismo ritmo, con el mismo rumbo y sin ayuda.
¿Y si tu hijo se cae al agua?
Cuando el mar está en calma, si un niño se cae al agua, le tiras un salvavidas y vuelve a subir.
Pero cuando hay tormenta, cuando todo está revuelto y el niño está asustado, confundido o colapsado…
no basta con un salvavidas.
Hace falta más que buena voluntad.
Hace falta saber cómo actuar.
Tener el equipo adecuado.
Y las herramientas justas para traerlo de vuelta, sin hundirse tú en el intento.
Esto es lo que muchas familias viven cada día
Tu hijo tiene una crisis. Tú intentas ayudar, calmar, contener… pero nada funciona.
Te duele no saber qué hacer. Sientes que se te va de las manos.
Y encima te juzgan. “Está consentido”. “No sabe lo que quiere”. “Tienes que ser más firme”.
No ven el mar que navegas. Solo juzgan desde la orilla.
Yo no puedo calmar tu mar. Pero sí puedo enseñarte a navegarlo.
No tengo una varita mágica.
Tampoco puedo evitar todas las tormentas.
Pero sí puedo darte mapas, herramientas, estrategias.
Para que la próxima vez, cuando llegue la ola… no te hunda.
Para que sepas cuándo lanzar el salvavidas,
cuándo remar despacio,
y cuándo esperar junto a tu hijo a que pase la tormenta sin exigirle que nade.
Ejemplos reales de ese mar invisible
- Una madre me contó que su hijo se desregula cada vez que cambian de actividad. No es que no quiera ir. Es que necesita tiempo para soltar una cosa y pasar a la otra. Y nadie lo entiende.
- Otra madre dice que su hija no soporta que le mojen el pelo. La ducha es un campo de batalla. Pero cuando empezaron a usar pictogramas, cantarle antes y darle tiempo, el mar se calmó.
Son detalles pequeños… pero cuando estás en tormenta, un pequeño cambio puede salvarte el día.
Nadie nos enseñó. Pero podemos aprender.
Ser madre de un niño autista no es navegar con GPS y capitán.
Es remar con el corazón, sin saber a veces dónde estás ni hacia dónde vas.
Y sin embargo, lo haces.
Cada día.
Con cansancio, con dudas, con amor inmenso.
Yo estoy aquí para ayudarte a trazar tu mapa.
Cada día escribo sobre esto en el blog:
cómo entender mejor a tu hijo, cómo acompañarlo sin dañarte,
cómo crear un entorno donde ambos podáis respirar.
Puedes recibirlo gratis por email.
Una herramienta al día. Un salvavidas pequeño que quizás te sostenga justo cuando más lo necesitas:
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