La Tribu Dorada


“Cuando entiendes a tu hijo, el autismo deja de ser un problema. Solo necesitas que alguien te muestre otra manera de mirar.”

M.C.A. · Día 27 — Teoría de la mente y empatía diferente: cuando no es falta de sentir, sino de traducir mi

Una de las frases más duras que muchas familias escuchan es: “los niños autistas no tienen empatía” o “no se ponen en el lugar de los demás”. Esa idea ha hecho muchísimo daño.

En este Día 27 del Mes de la Comunicación Autista vamos a mirar este tema desde otro ángulo: no como un “fallo de sentimientos”, sino como una dificultad para traducir lo que sienten los demás y para hacerse entender. Es decir, un tema de comunicación entre dos formas de ver el mundo.

1. ¿Qué tiene que ver la teoría de la mente con la comunicación?

La teoría de la mente es la capacidad de imaginar lo que otra persona sabe, piensa o siente, incluso cuando es distinto a lo que tú piensas o sientes. Traducido a lo cotidiano: es lo que usamos para entender dobles sentidos, bromas, ironías o intenciones no dichas.

Muchos estudios clásicos dijeron que las personas autistas tienen dificultades en “teoría de la mente” y se interpretó como falta de empatía o de interés por los demás.

Pero hoy sabemos que el cuadro es más complejo. Para mucha gente autista, el problema no es no sentir, sino que:

  • Les cuesta interpretar las señales implícitas de los demás (miradas, indirectas, tonos ambiguos).
  • Les cuesta que los demás interpreten sus propias señales (sus gestos, su silencio, su forma literal de hablar).

Es decir: hay un choque de estilos comunicativos, no un vacío de sentimientos.

2. La “doble empatía”: cuando el malentendido es de ida y vuelta

El investigador autista Damian Milton propuso la idea del “problema de la doble empatía”: no es solo que las personas autistas tengan dificultad para entender a las neurotípicas, sino que las neurotípicas también tienen dificultad para entender a las autistas.

En otras palabras: no es un fallo de una parte, sino un desajuste entre dos formas de comunicar. Si cada una habla en “idiomas sociales” distintos y nadie traduce, es normal que haya malentendidos.

Ejemplos típicos:

  • El adulto dice “luego hablamos” pensando en “no quiero hablar de esto”. El niño autista lo entiende como “más tarde hablaremos” y se queda esperando.
  • El niño autista no mira a los ojos pero se sienta cerca, comparte su interés, te explica con detalle algo que le importa. Él está mostrando conexión; el adulto ve “falta de atención”.
  • El niño dice una verdad incómoda (“este regalo no me gusta”) porque comunica de forma literal. El adulto interpreta falta de empatía, cuando en realidad está siendo honesto según su forma de entender la comunicación.

En todos esos casos hay empatía posible, pero se pierde por el camino porque falta traducción entre códigos.

3. Cómo puede verse la empatía autista en la vida diaria

Si solo buscamos la empatía en la forma neurotípica (mirar a los ojos, decir “lo siento” en el momento exacto, dar abrazos cuando el otro llora), nos vamos a perder muchas formas de empatía autista.

Algunas maneras en las que muchos niños y niñas autistas expresan que les importa alguien:

  • Te traen un objeto que para ellos es importante cuando te ven triste.
  • Se sientan a tu lado en silencio, sin mirarte, pero se quedan cerca.
  • Te corrigen algo (“eso no es exacto”, “eso no es así”) porque quieren que tengas la información correcta.
  • Repiten una frase de su serie favorita que, en ese contexto, es su forma de decir “te entiendo” o “yo también me sentiría así”.
  • Se preocupan muchísimo cuando alguien rompe las normas, porque para ellos seguir las reglas es una manera de cuidar de los demás.

Todo eso es comunicación emocional. El problema es que muchas veces el entorno no la reconoce como tal.

4. Cuando la empatía se rompe por sobrecarga

Hay algo más: para poder ponerse en el lugar del otro, primero hay que tener un mínimo de calma interna. Si tu hijo está sobresaturado de ruido, de demandas o de cambios, su cerebro va a priorizar sobrevivir, no analizar los matices emocionales de nadie.

Esto se ve, por ejemplo, cuando:

  • Parece que “no le importa” que otro niño esté llorando, pero en casa te cuenta que se ha quedado dándole vueltas.
  • Reacciona de forma brusca o literal (“pues que no llorase”) porque está saturado, pero luego se queda inquieto o preocupado.

No es falta de empatía, es falta de recursos en ese momento. Si el vaso está lleno, no puede ponerse a sostener el vaso de los demás.

5. Cómo ayudar a que la empatía se convierta en comunicación clara

La buena noticia es que podemos hacer mucho desde la comunicación diaria para tender puentes entre su forma de sentir y la de los demás.

5.1. Hacer explícito lo que para otros es implícito

En vez de confiar en “ya se dará cuenta”, podemos narrar lo que pasa:

  • “Mira, tu hermana está llorando. Eso suele significar que está triste o frustrada.”
  • “Cuando alguien se cae, muchas personas esperan que preguntemos si está bien.”
  • “Cuando haces ese comentario tan sincero, puede que a la otra persona le duela, aunque tú no quieras hacer daño.”

No se trata de cambiar quién es, sino de darle el diccionario social que el resto recibe casi sin darse cuenta.

5.2. Darle herramientas para expresar su propia empatía

También podemos ayudarle a encontrar formas de mostrar que le importa, sin obligarle a copiar lo que hacen los demás.

Ideas prácticas:

  • Crear un pequeño tablero de CAA o tarjetas con frases como “siento que estés triste”, “quiero ayudarte”, “no sé qué decir pero estoy contigo”.
  • Enseñarle que estar cerca, traerle un objeto, escribir una nota o mandar un mensaje también son formas válidas de acompañar.
  • Validar sus gestos propios: “Sé que cuando te quedas a mi lado en silencio es tu forma de decirme que te importo, y lo agradezco”.

5.3. Enseñar a los demás a leer su manera de empatizar

La doble empatía implica que no solo él tiene que entender al mundo, el mundo también tiene que entenderle a él. En el cole y en la familia ampliada podemos explicar cosas como:

  • “Si no te mira a los ojos pero se sienta a escucharte, sí te está prestando atención.”
  • “Si te corrige un dato o te dice lo que piensa sin filtro, no es mala intención; muchas veces es su manera de cuidar de ti.”
  • “Si no sabe qué decir cuando estás triste, a lo mejor necesita que le des tú las opciones: ‘¿quieres que te deje en paz o que me siente contigo?’.”

Cuanto más claro lo pongamos, menos espacio hay para la interpretación errónea de “no le importo”.

6. Mensaje final: no es falta de corazón, es falta de puentes

Tu hijo no es un “robot” ni un “niño sin sentimientos”. Muchos autistas describen justo lo contrario: sienten muchísimo, pero lo hacen de una forma tan intensa o tan diferente que el mundo no sabe cómo leerlo.

Cuando cambiamos la pregunta de “¿tendrá empatía?” a “¿qué necesita para poder mostrar la que ya tiene?”, todo se recoloca. Dejamos de buscar defectos y empezamos a construir puentes de comunicación entre su mundo interno y el nuestro.

La teoría de la mente y la doble empatía nos recuerdan justo eso: no hay un único modo correcto de entender y de expresar lo que sentimos. Lo importante es que, paso a paso, vayamos encontrando juntos un lenguaje común donde su forma de ser tenga sitio y su empatía autista pueda ser vista, respetada y escuchada.

Bibliografía

  • Baron-Cohen, S. (2000). Autism and “theory of mind”. Documentos de revisión sobre teoría de la mente y autismo. Disponible en: autismresearchcentre.com
  • Milton, D. (2012). On the ontological status of autism: the “double empathy problem”. Disability & Society, 27(6), 883–887. Disponible en: tandfonline.com
  • National Autistic Society. (2018). The double empathy problem. Disponible en: autism.org.uk
  • Reframing Autism. (2020). Milton’s Double Empathy Problem: a summary for non-academics. Disponible en: reframingautism.org.au

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Susana Ariza Cantero
Defensora de la neurodiversidad, activista por la inclusión real y guía de familias que quieren comprender, no corregir.
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