Vivir el Autismo

“Cuando entiendes a tu hijo, el autismo deja de ser un problema. Solo necesitas que alguien te muestre otra manera de mirar.”

¿Mi hijo va a necesitar terapia toda la vida?

Esta es una de las preguntas que más inquieta a las familias cuando reciben el diagnóstico de autismo de su hijo. La preocupación de que las terapias se conviertan en una necesidad permanente puede generar angustia y, en muchos casos, una sensación de incertidumbre.

¿Es realmente así?

La respuesta no es sencilla porque depende de muchos factores, pero lo primero que quiero decirte es que el objetivo de la terapia no es que tu hijo dependa de ella toda su vida, sino que pueda adquirir herramientas que le permitan desenvolverse de manera más autónoma y feliz.

El papel de las terapias a lo largo del tiempo

Las necesidades terapéuticas pueden variar significativamente a lo largo de la vida. Durante la infancia, muchas intervenciones están orientadas a la comunicación, la regulación sensorial o el desarrollo de habilidades sociales. A medida que los niños crecen, estas necesidades pueden transformarse o incluso disminuir.

La terapia no está pensada para ser un proceso eterno, sino una herramienta que brinde recursos concretos según la etapa evolutiva de la persona. A lo largo del crecimiento, muchos niños autistas adquieren habilidades y estrategias que hacen que algunas terapias dejen de ser necesarias, mientras que otras pueden aparecer ante nuevos desafíos.

¿Por qué las necesidades cambian?

El desarrollo humano no es lineal. En el caso de los niños autistas, pueden surgir nuevas necesidades en función de múltiples factores:

  • Cambios en el entorno: Mudanzas, cambios de colegio o de rutina pueden generar nuevas dificultades.
  • Desarrollo emocional: A medida que crecen, las demandas emocionales y sociales cambian, especialmente en la adolescencia.
  • Autonomía y vida adulta: Las habilidades de la vida diaria y el manejo de la ansiedad pueden requerir apoyo puntual.

El valor de la flexibilidad en el acompañamiento

Muchas veces, el miedo a que las terapias sean eternas viene de la idea de que sin ellas el niño no puede avanzar. Sin embargo, hay que cambiar esta perspectiva: la terapia debe ser un apoyo, no una dependencia.

Es importante evaluar de forma periódica si la intervención sigue siendo necesaria o si ya se han alcanzado los objetivos planteados. En muchos casos, tras una fase de intervención intensiva, el trabajo se puede espaciar y centrarse solo en situaciones puntuales.

Ejemplo: La historia de Mateo

Mateo fue diagnosticado con autismo a los tres años. Durante la primera etapa, sus padres notaron que tenía dificultades para expresar lo que quería y se frustraba fácilmente. Asistieron a terapia de lenguaje dos veces por semana, donde trabajaron con pictogramas y técnicas de comunicación aumentativa. Además, acudían a terapia ocupacional para abordar la sobrecarga sensorial que le generaba el ruido fuerte.

Con el tiempo, Mateo empezó a utilizar frases cortas para pedir lo que necesitaba y sus padres aprendieron estrategias para anticipar situaciones que podían alterarlo. Para cuando cumplió ocho años, Mateo ya no necesitaba la terapia de lenguaje de forma intensiva y su familia podía aplicar en casa muchas de las estrategias aprendidas en la terapia ocupacional.

Conclusión: A medida que Mateo creció, algunas terapias se hicieron menos necesarias porque él adquirió herramientas efectivas que su entorno también supo reforzar.

El papel de los padres y cuidadores: formar para acompañar

Una parte fundamental del éxito de las terapias es que los padres o cuidadores también se formen y comprendan las estrategias que se trabajan en las sesiones. Esto no solo refuerza el progreso del niño, sino que también permite que muchas habilidades se generalicen en el día a día.

Cuando las familias entienden cómo acompañar en la regulación sensorial, cómo utilizar estrategias de comunicación aumentativa o cómo fomentar la autonomía, el entorno se convierte en un aliado terapéutico constante. Esto hace que el niño no dependa únicamente del profesional, sino que su red de apoyo cotidiana también contribuya a su bienestar.

¿Siempre necesitará terapia?

No necesariamente. Las terapias pueden ser un apoyo continuo o algo puntual según la evolución de la persona. Pero, sobre todo, cuando el entorno se convierte en un espacio seguro y comprensivo, muchas estrategias terapéuticas se integran de manera natural en la vida diaria.

Conclusión: el equilibrio entre apoyo y autonomía

El objetivo no es vivir en terapia constantemente, sino que el niño adquiera herramientas que lo acompañen en su vida. Y para eso, el acompañamiento cercano y la formación de quienes están a su lado pueden marcar una gran diferencia.

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Espero que este post te haya ayudado. Si necesitas más orientación o apoyo personalizado, no dudes en ponerte en contacto conmigo.

Susana Ariza Cantero
Divulgadora de autismo, y Fundadora de Vivir el Autismo
Correo: Susana@vivirelautismo.com
www.vivirelautismo.com


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