A veces parece que las emociones de nuestros hijos autistas “explotan de golpe”: de estar aparentemente tranquilos pasan a un meltdown, un berrinche intenso o un bloqueo. Desde fuera puede parecer que “no avisan”, pero en realidad el cuerpo lleva rato hablando.
Sabemos que las diferencias en el procesamiento sensorial y en la manera de notar las señales internas del cuerpo (lo que llamamos interocepción) están muy relacionadas con la regulación emocional en el autismo.
Si no entendemos ese idioma corporal, lo que vivimos como “mala conducta” muchas veces es, en realidad, un sistema nervioso saturado pidiendo ayuda.
1. El perfil sensorial: cuando el mundo se siente “demasiado” o “muy poco”
El modelo de Winnie Dunn describe cuatro patrones de procesamiento sensorial que aparecen en muchas personas, autistas o no. Dependen de cuánta intensidad necesita el cuerpo para notar un estímulo y de cómo responde la persona.
Traducido muy en sencillo:
- Bajo registro: el cuerpo “no se entera” de muchas cosas a menos que sean muy intensas. Parecen ausentes, lentos, “en su mundo”. Se olvidan de abrocharse el abrigo aunque haga frío o no reaccionan al ruido hasta que es muy fuerte.
- Buscador: necesitan mucho estímulo para sentirse bien. Se mueven sin parar, tocan todo, hacen ruido, buscan movimiento, chocan, saltan, giran.
- Sensible: se dan cuenta de TODO y muy rápido. Les molestan etiquetas, ruidos, luces, olores. Saltan ante ruidos que los demás ni registran.
- Evitador: también notan mucho, pero además intentan activamente escapar del estímulo. Se tapan los oídos, huyen del barullo, rechazan tocar ciertas texturas o entrar en sitios muy llenos.
Ningún perfil es “malo”. Lo peligroso es que el entorno no se entere y obligue a un niño sensible a vivir en ruido constante, o a un buscador a estar quieto y callado horas y horas.
2. Interocepción: el idioma de las tripas, el corazón y la respiración
La interocepción es el sentido que nos permite notar señales internas del cuerpo: latidos, respiración, hambre, sed, ganas de ir al baño, tensión muscular… y conectarlas con emociones: “tengo el corazón acelerado, estoy nervioso”, “me duele la barriga, estoy preocupada”.
En muchas personas autistas, esta interocepción funciona de forma distinta: pueden notar demasiado algunas señales (cada pequeño cambio se siente enorme) o muy poco (no se dan cuenta de que tienen sed, hambre o están empezando a enfadarse hasta que estalla el problema).
Si no siento claramente que mi corazón va más rápido ni que mi cuerpo se tensa, me resulta mucho más difícil detectar que la emoción está subiendo. Por eso, en vez de un “me estoy empezando a enfadar”, vemos directamente la explosión.
3. Cuando el perfil sensorial y la emoción se mezclan
Varios estudios recientes encuentran que los patrones sensoriales (hipersensibilidad, búsqueda de sensaciones, bajo registro) se relacionan con problemas de regulación emocional y conductas que los adultos solemos etiquetar como “portarse mal”.
En la vida real se ve así:
- El niño sensible/evitador vive el aula como una tormenta: ruido, luces, movimiento, olores… Su cuerpo está en modo alarma casi todo el tiempo. El mínimo cambio puede desencadenar un meltdown.
- El niño buscador necesita moverse, balancearse, tocar cosas, hacer ruido. Si le obligan a estar quieto y callado, su cuerpo entra en frustración. Lo que vemos como rabia muchas veces es una necesidad sensorial sin cubrir.
- El niño de bajo registro no reacciona a señales tempranas: no nota que se está cansando o sobrecargando hasta que el cuerpo “se apaga” (bloqueo, desconexión) o explota de golpe.
El cuerpo está comunicando desde mucho antes de la explosión final. Lo que pasa es que no nos han enseñado a leer ese idioma.
4. Aprender a leer el cuerpo: qué observar
Puedes empezar por hacer de “detective sensorial-emocional” de tu hijo unos días. No para controlarlo, sino para comprenderlo mejor.
Fíjate en:
- Cambios en el movimiento: se acelera, se agita, empieza a correr por la casa, se balancea más fuerte, da golpes con los pies, se lanza al suelo…
- Postura y tono muscular: hombros tensos, mandíbula apretada, manos en puños, cuerpo encogido… o al revés, cuerpo flojo que parece que “se derrite”.
- Gestos automáticos: se tapa los oídos, aprieta los ojos, se esconde bajo la mesa, se tapa con la manta, busca apretar cosas.
- Ritmo de respiración: respira muy rápido, suspira mucho, parece que se olvida de respirar y luego hace una gran bocanada.
- Señales internas que menciona (si puede): “me duele la barriga”, “me pica la piel”, “me zumba la cabeza”.
Cada uno de esos cambios es un mensaje: “esto es demasiado”, “necesito más movimiento”, “necesito refugio”, “algo me preocupa”.
5. El cuerpo como regulador: qué podemos ofrecer
Las guías sobre apoyo sensorial recomiendan adaptar el entorno y ofrecer estrategias individualizadas, no recetas iguales para todos. Te dejo ideas orientativas por perfil, sabiendo que muchos niños son mezcla:
Para perfiles sensibles o evitadores
- Auriculares o cascos para ruidos, rincón tranquilo en casa y en el aula, luz suave, ropa cómoda sin etiquetas ni costuras molestas.
- Anticipar cambios con pictogramas, agendas visuales o historias sociales para reducir la sensación de “ataque sorpresa”.
- Permitir retirarse antes de llegar a la sobrecarga: ir al baño, al rincón tranquilo, salir al pasillo con un adulto de referencia.
Para perfiles buscadores
- Movimiento “legalizado”: columpio, saltar en cama elástica, carreras cortas entre tareas, cargar peso (mochila con libros, ayudar a llevar bolsas).
- Objetos para apretar, morder o manipular (fidgets, mordedor discreto, masilla). Mejor ofrecer algo concreto que estar todo el rato diciendo “para quieto”.
- En el aula, sillas de balanceo, pelotas de pilates o bandas elásticas en la silla para que los pies puedan moverse sin molestar al resto.
Para perfiles de bajo registro
- Aumentar la intensidad de ciertos estímulos de forma respetuosa: voz un poco más marcada, toques suaves en el hombro, pistas visuales claras.
- Dividir tareas largas en pasos cortos con recordatorios visuales. En vez de “recoge tu cuarto”, “primero peluches”, “ahora libros”, etc.
- Revisar con ellos regularmente “qué dice su cuerpo”: ¿tengo hambre?, ¿sed?, ¿frío?, ¿estoy cansado?
La clave es que el niño tenga opciones y cierto control sobre su cuerpo, no que le “hagamos cosas” para que se adapte sin más.
6. Poner palabras a lo que siente el cuerpo
La posibilidad de notar y nombrar las sensaciones del cuerpo se relaciona con una mejor regulación emocional. No se trata de forzar conversaciones profundas, sino de ir ligando lo físico y lo emocional con frases sencillas.
Ejemplos:
- “Veo que respiras muy rápido, tu cuerpo dice que está nervioso.”
- “Tienes la tripa apretada, a mí me pasa cuando estoy preocupada.”
- “Estás blandito en el sofá, tu cuerpo está cansado, vamos a darle descanso.”
Puedes usar termómetros de emociones, pictos de sensaciones corporales, dibujos del cuerpo donde marcar “aquí me duele cuando estoy triste”, etc. Poco a poco, esa conexión cuerpo–emoción ayuda a que no todo se viva como explosión sorpresiva.
7. En el cole: que el aula aprenda a escuchar el cuerpo también
Las buenas prácticas educativas en autismo incluyen ajustar la clase (ruido, iluminación, espacios de calma, posibilidades de movimiento) y enseñar a todo el grupo estrategias de autorregulación.
Algunas cosas que puedes proponer al centro:
- Acordar un plan individual de apoyos sensoriales para tu hijo: dónde puede ir cuando está sobrecargado, qué ayudas se le ofrecen, cómo se le anticipan los cambios.
- Incluir en sus adaptaciones la parte sensorial y no solo la académica: tiempos para movimiento, uso de auriculares, posibilidad de cambiar de sitio en el aula, etc.
- Formar al profesorado en que un meltdown o un shutdown no son “falta de respeto”, sino la parte visible de un sistema nervioso que ha dicho basta.
Conclusión: escuchar el cuerpo para cuidar la emoción
No vas a poder evitar todas las crisis de tu hijo, y no es tu culpa. Pero cuando entiendes su perfil sensorial y su interocepción, de repente su comportamiento deja de ser un misterio y empieza a tener lógica.
El cuerpo te está diciendo:
- “Esta luz me hace daño.”
- “Necesito moverme o exploto.”
- “No noto que tengo hambre hasta que me pongo insoportable.”
Cuanto más traduzcas esos mensajes en ajustes y apoyos, menos tendrá que gritar el cuerpo para hacerse escuchar. Y eso, al final, es regular emoción: que no haga falta llegar a la tormenta para que alguien mire el cielo.
Bibliografía
- Dunn, W. (2019). Dunn’s Model of Sensory Processing. Disponible en National Institutes of Health.
- Sung, Y. S. et al. (2024). Emotion dysregulation mediates the relationship between sensory processing and problem behaviors in children with ASD.
- Riquelme, I. et al. (2023). Sensory dysfunction and emotional processing in autistic children and adolescents.
- Chen, Y. et al. (2024). Relationship between sensory processing differences and internalising/externalising problems in autistic people.
- Reframing Autism (2023). Interoception: knowing yourself inside and out.
- National Autistic Society. Interoception and mental wellbeing in autistic people y Sensory strategies for autistic children.
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Susana Ariza Cantero
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