En el mundo actual, es imposible negar que las pantallas forman parte de la vida cotidiana. Para los niños autistas, además, las pantallas pueden ejercer una atracción especial: ofrecen un entorno predecible, controlable, sin las exigencias sociales que a menudo resultan abrumadoras.
Pero, como todo en la vida, su uso puede ser una herramienta maravillosa o un riesgo serio, dependiendo de cómo lo gestionemos.
Hoy quiero hablarte de cómo aprovechar el interés natural de los niños autistas por las pantallas para su beneficio, y también de los peligros reales de un uso indiscriminado, especialmente en lo que respecta al desarrollo de la corteza prefrontal, esa parte del cerebro que regula funciones esenciales como la planificación, el autocontrol y la toma de decisiones.
¿Por qué las pantallas atraen tanto a los niños autistas?
- Son predecibles. No hay cambios de humor, no hay dobles intenciones, no hay miradas que interpretar.
- Proporcionan control. El niño puede pausar, rebobinar, repetir… a su ritmo.
- Reducen la carga sensorial. No hay olores, texturas incómodas ni multitudes ruidosas.
- Ofrecen estímulo visual. Muchos niños autistas procesan el mundo principalmente a través de lo visual, y las pantallas capturan su atención de forma intensa.
Por todo esto, las pantallas pueden convertirse en una fuente real de aprendizaje, comunicación y desarrollo de intereses si sabemos acompañar su uso de manera inteligente.
Ejemplo real:
Un niño de 7 años que apenas hablaba encontró en los vídeos de animales una puerta para ampliar su vocabulario. Primero repetía palabras sueltas («león», «jirafa»), luego empezó a construir frases, y después pidió ir al zoo. El interés nacido en la pantalla se trasladó al mundo real.
¿Qué riesgos tiene un uso excesivo o descontrolado?
La corteza prefrontal de un niño no está madura hasta bien entrada la adolescencia. Y en los niños autistas, este desarrollo puede ser aún más sensible a los estímulos externos.
El uso excesivo e indiscriminado de pantallas puede provocar:
- Déficit en funciones ejecutivas: dificultad para organizar, planificar, inhibir impulsos y controlar emociones.
- Reducción de la tolerancia a la frustración: acostumbrados a estímulos inmediatos, pueden tener menos paciencia y resiliencia.
- Aislamiento social: si la pantalla reemplaza la interacción humana, se pierden oportunidades de practicar habilidades sociales en la vida real.
- Sobreestimulación sensorial: cambios rápidos de imágenes y sonidos saturan el sistema nervioso.
Ejemplo real:
Un niño de 5 años que pasaba más de 4 horas al día frente a la tablet comenzó a mostrar irritabilidad extrema cuando se le interrumpía, dificultad para seguir instrucciones sencillas y crisis de rabia al no conseguir acceso inmediato al dispositivo.
Estos cambios no son parte del autismo, son efectos neurológicos de un uso excesivo de pantallas en un cerebro todavía inmaduro.
Ser realistas: entre lo ideal y lo posible
Sabemos que los estudios alertan sobre los efectos negativos de las pantallas. Pero también sabemos algo que pocos dicen: a veces no hay más remedio.
Hay que hacer la comida, atender a otros hijos, limpiar, trabajar, simplemente respirar.
A todos nos gustaría estar presentes las 24 horas del día, jugando, enseñando, acompañando.
Pero la vida real no es así. La maternidad es agotadora, especialmente cuando criamos a un niño autista que necesita mucho más acompañamiento y estructura que otros niños.
Por eso, no se trata de sentirnos culpables si a veces recurrimos a la pantalla. Se trata de tener claro el objetivo: que su uso sea una ayuda puntual, no un reemplazo habitual.
No podemos ni debemos estar pendientes todo el tiempo, pero sí podemos influir en cómo y para qué usan la pantalla nuestros hijos.
No se exige perfección. Se pide conciencia. Y dentro de esa conciencia, también caben el cansancio, los imprevistos y la necesidad de sobrevivir a cada día.
¿Cómo podemos usar las pantallas a favor de nuestros hijos?
- Uso con propósito.
La pantalla debe tener un objetivo: aprender algo, fomentar un interés, practicar una habilidad. No ser simplemente un «apaga-niños». - Tiempo limitado y flexible.
Ponemos un marco de tiempo diario realista según las circunstancias del hogar (por ejemplo, entre 30 minutos y 1 hora), ajustándolo si algún día no hay más remedio. - Supervisión activa cuando sea posible.
Cuando podamos, acompañamos: preguntamos qué están viendo, comentamos, transformamos la experiencia en algo compartido. Cuando no podamos, asegurémonos de haber elegido previamente buenos contenidos. - Priorizar contenidos de calidad.
Programas educativos, aplicaciones que fomenten el lenguaje, la motricidad, el pensamiento lógico… no vídeos sin control ni juegos que generan adicción. - Llevar el interés a la vida real.
Si el niño se interesa por trenes en la pantalla, podemos leer cuentos sobre trenes, construir vías con bloques o visitar una estación de tren real.
Conclusión
Las pantallas no son enemigas de nuestros hijos. Tampoco son niñeras perfectas.
Son herramientas. Y como todas las herramientas, pueden ayudar o pueden dañar, según el uso que les demos.
La clave no está en prohibir ni en rendirse, sino en buscar un equilibrio realista y consciente.
Sabemos que no podemos hacerlo todo perfecto. Pero cada pequeña decisión tomada con amor y sentido común siembra en nuestros hijos raíces fuertes para su futuro.
No busques ser la madre perfecta. Busca ser una madre presente, a tu manera, en tu realidad. Eso ya es mucho más de lo que parece.
Bibliografía
- American Academy of Pediatrics (2020). Media and Young Minds.
- Peter Vermeulen (2019). Autismo. De la comprensión a la intervención.
- Jean Ayres (2005). Integración sensorial y autismo: Comprender mejor para acompañar mejor.
Susana Ariza
Divulgadora de autismo | Coach en Neurodiversidad
Correo: susana@vivirelautismo.com
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