⚠️ Advertencia: este artículo habla de autolesión y puede remover emociones intensas. Léelo con cuidado. ⚠️
Cuando se habla de stimming o estereotipias, la imagen más común que viene a la mente es la de un niño aleteando, balanceándose o girando sobre sí mismo. Muchos profesionales e incluso padres creen que eso es el stimming. Y punto. Que si no lo ven, no existe. Que si no se parece a lo que dice un artículo de Wikipedia, entonces “no es real”.
Pero la realidad, como siempre, es mucho más compleja.
Una madre contó en una publicación (ya eliminada, pero guardada por muchas personas) que escribió a la maestra de su hijo para explicarle que lo había visto haciendo un stimming de angustia durante el almuerzo. La respuesta fue devastadora: un copia y pega de una definición genérica de Google que negaba completamente lo que la madre había observado. “No hacía ningún stimming”, decía la maestra. Porque no se parecía a lo que ella entendía por stimming. Porque no se ajustaba a su molde.
Este tipo de respuesta es mucho más común de lo que creemos. Y es peligrosa.
El stimming puede doler. Y aún así ser necesario.
Hay stimmings que alivian moviendo el cuerpo. Otros, que calman escuchando un mismo sonido. Y otros, que implican dolor.
Sí, dolor. Porque el dolor físico puede ser la única forma de controlar un dolor emocional que no se puede nombrar.
Una persona autista contó que, de adolescente, empezó a pellizcarse los labios cuando se sentía ansiosa. Recordaba perfectamente el momento: estaba sentada en el coche, hacía sol, esperaba a su madre y sentía una inquietud que no sabía cómo gestionar. Se pellizcó los labios, le dolió, pero su cerebro se calmó. Desde entonces, no ha podido dejar de hacerlo. No siempre se da cuenta. A veces solo para cuando el dolor se vuelve insoportable o alguien se lo señala.
Y lo más importante: que alguien le diga que lo deje no ayuda. Lo empeora.
Esto es algo que debemos comprender de una vez:
No todo stimming es visible. No todo stimming es agradable. No todo stimming se puede interrumpir sin consecuencias.
¿Es autolesión? ¿Es stimming? ¿Es las dos cosas?
Muchas personas autistas tienen conductas repetitivas que causan dolor: morderse los dedos, rascarse hasta hacerse heridas, golpear la cabeza contra algo, pellizcarse, arrancarse el pelo. Desde fuera, todo esto se ve como autolesión.
Pero desde dentro, muchas veces es una respuesta de supervivencia.
Un intento desesperado de calmarse. De evitar colapsar. De volver a sentirse en control. De poder seguir adelante.
Y aunque sí, en algunos casos puede evolucionar hacia algo más peligroso, eso no significa que el objetivo deba ser simplemente eliminarlo. La solución no es quitar el síntoma sin entender la causa. Porque cuando eso pasa, la angustia que provocaba esa conducta sigue allí… solo que ahora sin una vía de escape.
¿Qué hacer como padre o cuidador?
- No lo tomes como algo personal. No es un ataque, ni una forma de manipulación. Es una estrategia de regulación.
- Observa y registra cuándo ocurre. ¿Pasa cuando hay ruido? ¿Luz intensa? ¿Cambios inesperados? ¿Tareas nuevas?
- No lo interrumpas bruscamente. Si la conducta no es peligrosa, acompaña. Si hay riesgo, busca maneras amables de reconducirla.
- Ofrece alternativas, pero sin imponer. Mordederas, pelotas de presión, tela suave, música con auriculares… Cada persona es distinta.
- Habla con respeto. En vez de “¡No te muerdas!”, prueba: “¿Quieres que te traiga algo para morder que no te haga daño?”
- Busca apoyo especializado que entienda el enfoque neurodiverso. No todos los profesionales tienen esta sensibilidad.
No es raro. No es malo. Es parte del espectro.
Stimmings como estos no son señales de que una persona esté rota.
Son señales de que el entorno no es lo suficientemente comprensivo, seguro o accesible para ella.
Lo que algunos llaman “conducta problemática” puede ser, en realidad, el grito silencioso de alguien que no sabe cómo pedir ayuda de otra forma.
No es tu deber “arreglar” esa conducta.
Es tu responsabilidad entenderla y acompañarla, buscando soluciones que realmente respeten a la persona.
Porque lo que duele no es solo la piel. Lo que más duele es que no te crean cuando dices que te duele.
¿Te pasa algo parecido con tu hijo? ¿No sabes si lo que hace es stimming, autolesión o ambas cosas?
Estoy aquí para ayudarte a entenderlo, sin juicios y con herramientas claras para acompañarlo desde el respeto.
Espero que este post te haya ayudado. Si necesitas más ayuda, visita mi web:
www.vivirelautismo.com
Bibliografía recomendada
- Sinclair, Jim. “Don’t Mourn for Us”.
- Vermeulen, Peter. “Autismo: de la comprensión a la intervención”.
- Blog “Hipersintiendo”.
- Experiencias compartidas en redes por adultos autistas (fuente anónima).
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