No siempre hace falta una palabra para entender. A veces el mensaje llega en una mirada fugaz, en un cuerpo que se tensa, en un objeto que se acerca o en una mano que busca otra sin pedir permiso. Eso también es comunicación.

El mundo neurotípico está lleno de palabras. El autista, muchas veces, de signos, gestos, sonidos, movimientos y silencios. Cada uno tiene su propio idioma corporal, y cuando aprendemos a leerlo, el vínculo cambia para siempre.

Cuando el cuerpo habla antes que la boca

Para muchas personas autistas, el cuerpo es la primera voz. Antes de poder decir “no quiero”, aparece un giro de hombros. Antes de pedir “ayuda”, una mirada al objeto que no se abre. Antes de decir “basta”, una mano que se tapa los oídos.

No son “manías”. Son mensajes de autorregulación. Son frases sin verbo que necesitan lectores atentos, no correctores.

• Se balancea: busca calma, no distracción.
• Se aleja: necesita espacio, no castigo.
• Tapa los oídos: hay demasiado ruido, no mala educación.
• Evita mirar: concentra energía, no indiferencia.
• Se ríe en momentos “extraños”: descarga tensión, no burla.

Cuando en lugar de decir “deja de hacer eso” decimos “veo que estás saturado”, el cuerpo se siente visto. Y cuando el cuerpo se siente seguro, aparece el lenguaje.

Un idioma que se mueve

La comunicación autista es, muchas veces, una coreografía de gestos que el entorno no siempre comprende:

• Mirar objetos en vez de caras puede ser una forma de concentrarse en lo que importa.
• Dar un objeto en silencio puede significar “juega conmigo” o “quiero esto”.
• Repetir una frase puede ser eco, pero también intento de conexión.
• Balancearse puede calmar, igual que respirar profundo o abrazar una almohada.

El reto no es enseñar a hablar “como los demás”, sino aprender a escuchar de otra manera.

Lo que el mundo suele llamar “conducta”

Cuando un cuerpo autista se desregula, su lenguaje cambia de forma. Gritos, movimientos bruscos o escapes no son “mala conducta”: son frases desesperadas que dicen “no puedo más”.

El cambio de mirada empieza cuando dejamos de decir “se porta mal” y empezamos a decir “lo está pasando mal”.

• Golpea algo → “Necesito descargar tensión”.
• Corre o salta sin parar → “Mi cuerpo pide movimiento”.
• Se encierra o se tapa → “Demasiada información, necesito refugio”.

Y cuando lo entendemos así, pasamos de corregir a sostener.

Cómo responder sin apagar la voz del cuerpo

No hace falta interpretar cada gesto con lupa, basta con mirar con respeto y ofrecer lo que el cuerpo pide:

• Nombrar lo que ves: “Veo que te tapas los oídos, debe molestar el ruido”.
• Ofrecer alternativa: “Vamos a otro sitio más tranquilo”.
• No tocar sin avisar: el contacto físico puede ser invasivo cuando el cuerpo está saturado.
• Usar apoyos visuales para descargar lo verbal (pictos, gestos, objetos reales).
• Modelar regulación: “Yo también me relajo respirando lento”.

Escuchar con los ojos, no solo con los oídos

La comunicación no verbal autista no siempre busca transmitir “mensaje”, sino regular sensaciones. A veces un movimiento repetitivo no dice “háblame”, dice “ayúdame a calmar mi cuerpo”. Otras veces, un silencio largo dice “todavía estoy procesando”.

Escuchar con los ojos es respetar esos tiempos. Es dejar que la conversación ocurra en otro plano, más corporal, más lento, más real.

Escenas cotidianas que traducen amor

1) En el supermercado

— Gritos y aleteos.
— “Demasiado ruido, lo entiendo. Vamos fuera un momento.”
No es control, es comprensión.

2) En el parque

— Se aleja de los niños.
— “Prefieres mirar un rato. Cuando quieras, nos acercamos.”
No es aislamiento, es regulación.

3) En casa

— Da un juguete sin hablar.
— “Gracias, quieres jugar conmigo.”
No es mutismo, es comunicación alternativa.

Cuando el silencio también comunica

A veces, el silencio no es vacío. Es espacio para pensar, para bajar el ruido interno. Es la pausa que permite seguir estando. Si el entorno lo respeta, el silencio se convierte en lenguaje compartido.

Plan de 10 minutos para hoy

1. Observa una rutina diaria (comida, baño, parque).
2. Anota tres gestos o conductas que tu hijo/a hace sin palabras.
3. Pregúntate: ¿qué estará diciendo con esto?
4. Responde de forma respetuosa: nómbralo, ofrécelo o acompáñalo.
5. Compara si su cuerpo se relaja más rápido cuando lo entiendes así.

Mirada final

Los gestos que el mundo no ve son, muchas veces, gritos suaves de quienes aún no pueden hablar como esperan los demás. Pero hablar no es lo mismo que comunicar. Comunicar es ser comprendido, aunque las palabras no lleguen. Cada aleteo, cada mirada fugaz, cada pausa es una puerta. Solo hay que querer abrirla.