Antes de ser madre yo medía los días con reloj de pulsera: listas, avisos, recordatorios. Pensaba que si corría un poco más llegaría a todo. Entonces nació mi hijo y la vida me cambió el cronómetro. Con él descubrí que hay ritmos que no se doblan, que el mundo puede ser demasiado ruidoso y que frenar no es rendirse, es respetar. El autismo me obligó a dejar de mirar el mapa y prestar atención al camino.
La escena que me despertó de golpe fue un martes cualquiera. Íbamos tarde al cole; yo quería que se vistiera “ya”, él estaba absorto mirando cómo una pelusa giraba sobre su dedo. Se la acercaba a la luz, soplaba, volvía a atraparla. Yo notaba la prisa subiéndome por la nuca. “¡Vamos, que llegamos tarde!”. Entonces me miró. No fue una mirada de desafío, fue una pregunta silenciosa: ¿por qué esto que estoy haciendo no es importante? Y entendí que estaba midiendo su vida con mi regla. Ese día llegamos tarde, y también aprendí que para él el tiempo tiene textura, color y ruido. Para acompañarlo, tenía que aprender a mirar como él.
Frenar para ver lo que siempre estuvo ahí
Cuando bajas una marcha sucede algo que al principio desconcierta: empiezas a notar la vida en alta resolución. Escuchas su risa cuando la luz se cuela por la persiana; ves cómo sus dedos siguen el relieve de un dibujo; descubres que su silencio no es vacío, es procesamiento. Cada pausa es una forma de ordenar el mundo. Y ahí, si te quedas, aparece la conexión.
Frenar no es abandonar responsabilidades. Es decidir qué importa hoy: llegar al minuto o llegar juntos. A veces hay que salir a una hora; otras veces toca aceptar que la transición necesita dos vueltas más. Lo tradicional —lo que hacían nuestras abuelas— vuelve a tener sentido: rutinas claras, casa predecible, menos ruido, más mirada. No para encajar al niño, sino para que el entorno le permita ser.
Mirar con otros ojos: de la prisa a la presencia
Mirar con otros ojos es un entrenamiento. Igual que cuando aprendes a conducir y, de repente, ves señales que antes te pasaban desapercibidas, empiezas a identificar señales tempranas de saturación (la ceja que se tensa, los hombros que suben, la mirada que se pierde), y cambias el plan a tiempo. También ves señales de interés: aquello en lo que se queda pegado puede ser una puerta para comunicarse, aprender y estar mejor.
Hay días suaves en los que todo fluye y días cuesta arriba en los que una etiqueta mal puesta se convierte en una montaña. En ambos, la clave es la misma: anticipación + estructura + respeto del ritmo. No es magia; es ingeniería del día a día.
Herramientas prácticas que sí funcionan (y te bajan las pulsaciones)
1) Márgenes reales de tiempo
Si algo empieza a las 10:00, tu familia no puede vivir con el margen de “salimos a las 9:55”. Añade 15–20 minutos extra para cada transición importante (vestirse, salir, llegar). Ese margen no es un lujo, es el amortiguador que evita el choque entre tu ritmo y el suyo.
2) Observa antes de interrumpir
Cuando esté concentrado, pregúntate: ¿puedo esperar dos minutos más? Esos dos minutos salvan muchas tormentas. Y si tienes que interrumpir, entra donde está su atención: “Veo que te encanta soplar la pelusa. En dos soplos más, guardamos y vamos al baño”. Nombras, validas y señalas el siguiente paso.
3) Anticipación visual (y concreta)
Los apoyos visuales no son solo pictos. Pueden ser fotos reales de vuestro portal, del cole, del parque o del autobús; una lista con dibujos; o un temporizador visual. Lo importante es que vea la secuencia antes de que ocurra. Así, la mente no tiene que adivinar y baja la ansiedad.
4) Entorno con menos ruido
Para tareas clave (vestirse, comer, lavarse), baja estímulos: sin tele de fondo, sin varios adultos hablando a la vez, sin juguetes abiertos a la vista. No es “quitarle diversión”, es despejar el carril para que el cerebro no choque con cien cosas a la vez.
5) Una cosa cada vez
La multitarea es la enemiga de la calma. Pide una acción, espera, y luego la siguiente. “Ponte los calcetines” (espera) “Ahora la camiseta”. Y si se atasca, divide más pequeño: “mete el pie”, “tira de la punta”, “sube un poco”. Cada microéxito suma.
6) Palabras que ayudan
Usa frases cortas, en positivo y con la misma estructura. Mejor “Primero x, luego y” que “si no haces x no habrá y”. Y valida lo que siente: “sé que te cuesta parar, estabas a gusto; cuando suene el temporizador, cambiamos juntos”.
7) Transiciones ritualizadas
Crea puentes entre actividades: una canción breve, un gesto secreto, un cuento de dos páginas, un objeto que “viaja” con él. Los rituales no son rigidez, son señales de seguridad que el cuerpo reconoce.
8) Conoce su energía del día
No todos los días son iguales. Hay mañanas con batería llena y tardes con batería en rojo. Ajusta expectativas: el mismo objetivo puede requerir caminos diferentes. En días bajos, reduce demandas, ofrece más apoyo y mueve lo importante a la hora más fuerte.
9) Elige tus batallas (y gana paz)
No todo tiene que ocurrir hoy ni perfecto. Prioriza tres cosas: una de cuidado (higiene, alimentación), una de conexión (jugar juntos, paseo corto) y una “de mundo” (salir, recado). Lo demás, si no llega, no es fracaso; es planificación realista.
10) Practica tu calma (porque se contagia)
Tu respiración es su metrónomo. Cuatro segundos inhalando, seis exhalando, tres veces. Bebe agua. Lava tus manos con agua templada. Mira por la ventana. Parece poco; es gasolina para el día.
Pequeñas escenas que cambiaron nuestra relación
La camiseta del dinosaurio. Durante semanas solo quería esa camiseta. La lavaba de noche como si fuera un ritual. Un día no estaba seca. Antes decía “no pasa nada, ponte otra”, y llorábamos los dos. Ahora anticipo: tenemos dos iguales o le ofrezco elegir entre dos que tolera. Resultado: cero batalla.
La ducha. Pasaba de cero a cien. Ahora usamos un reloj de arena, una canción de dos minutos y un gancho visual: “Primero pies, luego manos, luego cabeza”. Siempre en el mismo orden. Ya no es guerra; es una secuencia conocida.
Salir de casa. Antes era “vamos ya”. Ahora es una secuencia de tres pasos siempre igual: 1) mochila + agua, 2) zapatillas al lado de la puerta, 3) cuenta atrás con el temporizador. A veces seguimos tardando, pero los lloros han bajado a la mitad.
Errores habituales (y cómo los corregí)
- Creer que “cuanto más rápido, mejor”. Falso. Más prisa = más bloqueo.
- Explicar demasiado. Su cerebro no necesita un discurso, necesita señales claras.
- Confiar en que “hoy lo hará porque ayer pudo”. La energía varía; ajusta el plan al día real.
- Pedir cambios sin avisar. La improvisación es tu amiga, pero su enemiga. Anticipa con imágenes o palabras.
Cuando el mundo de fuera presiona
A veces el entorno no ayuda: miradas, opiniones, prisas ajenas. Aquí me sostienen tres ideas sencillas y muy antiguas: 1) la casa es refugio (rutinas, previsibilidad, cariño firme), 2) el niño no es el problema (el entorno se ajusta), 3) cada familia tiene su ritmo (y está bien defenderlo). Valorar la experiencia de quienes cuidaron antes que nosotras no es volver atrás; es traer al presente lo que siempre funcionó: menos ruido, más presencia, más comunidad.
Futuro: lo que sí podemos construir
No puedo prometerte días perfectos, pero sí días vivibles. Si frenas, si miras con sus ojos y sostienes ese ritmo, tu hijo se siente visto. Y cuando un niño se siente visto, aprende mejor, se regula mejor, confía más. Quizá lleguéis cinco minutos tarde; quizá os saltéis una actividad. Pero llegaréis juntos. Y eso —aunque suene cursi— es lo que recordaréis.
Bibliografía
- Autism Awareness Centre. What is Autistic Inertia? (consulta 2025).
- Prizant, B. (2015). Uniquely Human: A Different Way of Seeing Autism. Simon & Schuster.
- Grandin, T. (2013). The Autistic Brain: Thinking Across the Spectrum. Houghton Mifflin Harcourt.
- Kelly Mahler. Interoception resources (material de referencia para señales corporales).
🌟 ¿Te ha gustado este post? ¡Compártelo! 🌟
Si este contenido te ha ayudado, compártelo para que llegue a más familias. Así entre todos podemos cambiar la mirada que el mundo tiene sobre el autismo y dejar un futuro más empático para nuestros hijos.
💛 Sígueme en Facebook para no perderte nada:
👉 Vivir el Autismo en Facebook
🚀 ¿Quieres unirte a la Tribu Dorada?
Una comunidad donde madres y padres de niños autistas por fin se sienten acompañados, comprendidos y sin culpa. Comparte tus dudas, encuentra respuestas reales y vive el autismo desde el amor y el respeto.
👉 Familias que Viven el Autismo
🧰 ¿Necesitas materiales gratuitos o quieres compartir los tuyos?
Aquí puedes pedir pictos, horarios visuales, tableros de comunicación y todo tipo de recursos útiles para el día a día.
👉 Vivir el Autismo – Pictos y Materiales
👥 ¿Tienes un hijo o hija adolescente?
Hemos creado un espacio seguro y respetuoso para adolescentes autistas: un lugar donde puedan relacionarse desde su forma de ser, con grupos de WhatsApp temáticos y supervisión adulta sin juicios ni correcciones.
🇪🇸 ¿Vives en España?
Únete al grupo donde compartimos ayudas, trámites, deducciones y recursos oficiales adaptados al país.
👉 Familias que Viven el Autismo – España
🇲🇽 ¿Eres de México?
En este grupo encontrarás orientación sobre pensión por discapacidad, apoyos del gobierno, becas y recursos adaptados a tu país.
👉 Familias que Viven el Autismo – México
Susana Ariza Cantero
Defensora de la neurodiversidad, activista por la inclusión real
y guía de familias que quieren comprender, no corregir.
📩 susana@vivirelautismo.com
🌐 www.vivirelautismo.com
🪪 Mi tarjeta de presentación
Deja una respuesta