Vivir el Autismo

“Cuando entiendes a tu hijo, el autismo deja de ser un problema. Solo necesitas que alguien te muestre otra manera de mirar.”

Mi hijo se tira al suelo, grita y no sé cómo pararlo: entender una crisis sensorial sin culpas

“Mi hijo se tira al suelo, grita y no sé cómo pararlo: entender una crisis sensorial sin culpas”

Cuando parece que se te va de las manos…

Estás en la calle. O en el súper. O en casa, pero con la puerta abierta. Y de repente, tu hijo se tira al suelo, grita, llora, se agita. Te mira la vecina. Te juzga el de la caja. Y tú… no sabes qué hacer.

¿Le coges? ¿Le dejas? ¿Lo calmas? ¿Lo ignoras?

Sientes vergüenza, frustración, impotencia. Porque no es la primera vez. Porque a veces duele más que una bofetada que alguien diga: “Lo que necesita es mano dura”.

Pero tú sabes, en lo profundo, que no es un capricho. Que no lo hace por molestar. Que algo le pasa… aunque no pueda explicarlo.

Y ahí es donde empieza este post: en ese momento en el que tu hijo explota y tú te rompes.


¿Qué es una crisis sensorial?

Una crisis sensorial no es una rabieta. No busca atención. No está manipulando. Está sobreviviendo.

Una crisis es como si todos los estímulos (luz, ruido, tacto, olores, personas, emociones…) invadieran su sistema nervioso a la vez.

Imagina una alarma sonando a todo volumen dentro de su cuerpo, y sin botón de apagado.

Eso es una crisis. Y no puede evitarla. Ni tú tampoco.


¿Cómo diferenciarlo de una rabieta?

Una rabieta es con intención. Un niño que quiere algo y se enfada si no lo consigue.

Una crisis sensorial es desbordamiento. No está eligiendo. Está bloqueado.

Rabieta:

  • Sabe lo que quiere.
  • Controla parcialmente su conducta.
  • Se calma si consigue lo que pide.

Crisis sensorial:

  • No puede pedir nada.
  • No controla lo que hace (gritos, golpes, autolesiones…).
  • Aunque le des “lo que quiere”, no se calma. Porque no era eso.

Cómo acompañarle en una crisis sensorial (sin sentir que fracasas)

🧡 1. Lo primero: tú

Tu calma regula la suya. Si tú gritas, él sube. Si tú bajas el tono, respira más fácil.

Frase ancla: “No puedo controlarlo, pero sí puedo acompañarlo.”

🕊️ 2. Reduce los estímulos

  • Baja luces si puedes.
  • Retira gente o aléjate del lugar.
  • Usa una manta, una sudadera, algo que lo contenga si lo tolera.
  • Evita hablar mucho: solo frases simples (“Estoy contigo”, “Estás a salvo”).

🤲 3. No lo toques sin permiso

A veces abrazar ayuda, otras no. Observa su lenguaje corporal.

Si quiere contacto, hazlo suave. Si no, respeta.

⏳ 4. Dale tiempo

Una crisis sensorial no se “corta”. Se pasa. Como una ola.

Puedes imaginar que es como una tormenta: no puedes pararla, pero puedes quedarte a su lado con el paraguas abierto.

🧩 5. Usa un objeto regulador

  • Su muñeco favorito.
  • Una tela, un cordón, un cochecito.
  • Una canción repetitiva.

Eso no es obsesión. Es autorregulación. Y es una herramienta. No la quites, poténciala.

💬 6. Después de la crisis, no juzgues

Cuando pase todo, no hagas un sermón.

  • No le digas “Eso no se hace”.
  • No le preguntes “¿Por qué hiciste eso?”

En vez de eso, conéctate:

“Estabas muy alterado, y estoy orgullosa de que lo hayas superado. Estoy contigo.”


¿Y si me miran raro? ¿Y si me juzgan?

Entonces que miren. Que juzguen. Que no entiendan.
Tú estás haciendo algo infinitamente más valiente: sostener a tu hijo cuando más lo necesita.

Los demás ven un berrinche.
Tú ves un corazón que pide ayuda y no sabe cómo.

Y eso, amiga, es ser una madre valiente.


¿Puedo prevenirlas?

👀 Observa sus señales previas

Antes de una crisis, puede:

  • Frotarse los oídos.
  • Balancearse más de lo normal.
  • Irritarse con ropa, sonidos o luces.
  • Empezar a repetir frases sin parar.

👉 Aprende a reconocerlas para actuar antes de que estalle.

📅 Usa anticipadores visuales

  • Un panel con pictogramas del día.
  • Un reloj visual para saber cuándo acaba algo.
  • Una imagen de “descanso” para pedir parar.

👉 El control baja la ansiedad. Y menos ansiedad = menos crisis.

🧺 Crea un rincón de regulación en casa

  • Luz tenue.
  • Texturas suaves.
  • Sonido tranquilo (ruido blanco, música suave).
  • Objetos que le den seguridad.

No es un castigo. Es un refugio. Su sitio seguro.


La culpa no ayuda. Tu presencia, sí.

No tienes que ser perfecta. Solo tienes que estar.

A veces acompañar una crisis es simplemente decir, con la mirada, con el cuerpo, con la calma:

“Aunque ahora todo esté oscuro, yo soy tu faro.”

Y eso, créeme, vale más que mil palabras.

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Susana Ariza – Divulgadora de Autismo
Correo: susana@vivirelautismo.com
Web: vivirelautismo.com


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